lunes, 3 de marzo de 2008

HISTORIAS DEL BARRIO CENTRAL. LOS SEÑORES DE FONTRUCHO.


* Representación de la señora Fontrucho


Durante muchos años, ese fue mi barrio. Miles de anécdotas para contar. Si empiezo por los señores de Fontrucho, es porque son tan propios de la idiosincrasia del barrio que allí están como peces en el agua.

EL BARRIO

Grande, como corresponde a una ciudad de ese tamaño. Con personalidad propia, muy diferente de otros barrios de esta capital. Lo forma una zona de chalets y otra de pisos , en su mayoría, muy caros.

Sus habitantes son peculiares en tanto en cuanto se creen tan importantes como su barrio.
Un barrio bien, muy homogéneo, de señoras y señores aristocráticos, todos con el mismo diseño. Su comercios de caché y pocos , por ser un barrio residencial.

El individuo que no se integra, vive allí, pero no pertenece al lugar, de forma que puede sentirse muy solo, a no ser que se una al resto de los no integrados. Pero lo que se ve y se siente es un lugar tranquilo de gente educada , con poder adquisitivo, y cultura, así como una forma de vestir "a lo grande de España".

Los niños, con sus pantaloncitos muy cortos, sus tirantitos, chalequito a juego con los calcetines y los zapatos vascos.....; las niñas , vestiditos cortitos, chalequito hasta la mitad de las costillas, calcetines a juego con las merceditas y el lazo, que no falte...; Ellos , los sábados y domingos, sport caro, calzado de marca, tiradoras, camisas con dos iniciales bordadas...; Ellas con cara pseudo-lavada, mechas rubias, melena cortita, cadenita al cuello con muñequitos-según los hijos e hijas que tenga-, zapatos más bien planos, ropa cara pero informal, uñas cortitas, y algún aderezo de moda en la jet.

Son perfectos, en un barrio perfecto.


LOS SEÑORES DE FONTRUCHO

Vienen de provincias, de apellidos correspondientes a la nobleza española, se sienten nobles y aristocráticos por la gracia de sus genes y de la educación recibida, así como por los cortijos y demás grandezas que herederán.

Ninguno de los dos fueron agraciados con el don de la belleza física, pero su aspecto exterior encaja a la perfección con el barrio Central.

Llegan a la capital y, por supuesto, eligen este barrio para vivir y criar a sus hijos.

Mi querida amiga A vive desde muy niña en este barrio . Madre de tres hijos, trabaja en la empresa " La Duradera" . No tuvo suerte en su primer matrimonio, pues se casó a los 20 años, embarazada y el "marido" no fue nunca tal, de forma que tuvo que terminar su carrera con un hijo en el mundo y matrículas de honor por doquier, trabajando a la semana siguiente de terminar su licenciatura. Vuelta a casar con un divorciado a quien lo "desplumaron" economicamente como a una gallina, A y su marido trabajan a reventar.

El Sr. Fontrucho llega a esta ciudad y a este barrio porque es trasladado de su empresa a un mejor puesto en esta ciudad. Su empresa es también " La Duradera", por lo que A y Fontrucho se conocen desde hace tiempo.

Fontrucho viene con ansias de poder, su esposa quiere ser más y más. Ella es, como no, ama de casa con sirvienta.

Fontrucho, lleno de la energía que da la soberbia, quiere escalar en la empresa y quitarle el puesto a mi amiga A. Ella lo sabe y padece cada jugada del nuevo vecino estoicamente.
Su sufrimiento por el maltrato que recibe de Fontrucho es enorme.

A está más preparada y es más inteligente y trabajadora que Fontrucho, pero el señorito utiliza cualquier medio a su alcance: copas con el jefe, salidas a lugares poco recomendables, chismorreos... en fín, todo lo que un infausto hace para , aun vendiendo su alma, conseguir el poder que tanto le llena.

Por cierto, A me contó que ni Fontrucho ni señora han pisado nunca la universidad, que la "o" con un canuto les cuestan trabajo hacerla, pero que tienen grandes influencias dadas sus amistades y apellidos.


UNA ANÉCDOTA

Mi amiga A se levantaba muy temprano, daba el pecho al tercero de sus hijos, arreglaba al segundo, preparaba el desayuno para todos. Sus dos hijos mayores iban al colegio y ella, antes de las ocho de la mañana dejaba a su bebé en la guardería y salía corriendo para trabajar.

A mediodía, con prisas tremendas dejaba la oficina, recogía a su bebé, le daba el pecho , ponía de comer a su marido e hijos, engullía algo para aguantar y de vueltas a la guardería para volver a dejar al pequeño. Regreso al trabajo.

De noche, cuando salía de la oficina, volaba hasta la guardería, recogía al niño. En casa le esperaba hacer la cena, repasar los deberes de los mayorcitos, ponerles de cenar, dar el pecho al pequeño, recoger la cocina, comer algo, preparar la comida del día siguiente y por fin, exhausta, acostarse. No se dormía, moría durante unas horas.

Al día siguiente, lo mismo.

Una noche cuando recogió a su bebé de la guardería , se acordó que no tenía nada preparado para cenar, se dirigió al supermercado directamente y, ¡ desgracia !, allí se encuentra con la señora Fontrucha.
Fontrucha no conversaba, sino que daba una conferencia sin derecho a preguntas. Era un monólogo del aburrimiento. A con prisas pensando todo lo que tenía por hacer y que Fontrucha era una de las que más instigaba a Fontrucho para quitarle su puesto, se limitó a escucharla.

A me cuenta que lo que recuerda del monólogo es lo siguiente:


" Chica, por fin me he decidido a meter al pequeño en la guardería. No podía más. Los mayores están en el Colegio. Ahora, con el peque toda la mañana en la guardería y mi asistenta, podré tener tiempo para mí . Me voy a apuntar al gimnasio, y hacer una vida más tranquila. Es que no aguanto más, estoy agotada".

A no sabe si terminó de comprar, se quedó pasmada. Salió del supermercado, tomó a su niño en brazos y con el carrito del bebé empujándolo con la otra mano, ya en la calle , besó mucho y fuertemente a su hijo. Mientras, A lloraba desconsoladamente. Creo que en el cielo también hubo lágrimas por ella .

Quedó marcada por tanta insensibilidad y falsedad por parte de la señora Fontrucha. No sólo no tenía en cuenta la vida que mi amiga llevaba, sino que también los Fontruchos estaban jugando con el pan de los hijos de A, mediante tretas que A tenía que salvar en su larga jornada laboral.

A, desconsolada y abatida , tuvo que hacer lo de todas las noches, y al día siguiente lo de todos los días, sin poder detenerse a pensar qué piensa Fontrucha que es tener tiempo para sí misma y estar agotada. A siguió librando batallas muchos años más, y cuando empezaba cada día, le pedía a Dios fuerza y sapiencia para poder hacer sus responsabilidades lo mejor posible, en su trabajo y en su familia.

N.b.: A ya no vive en el Barrio Central, ni está en "La Duradera". El señor Fontrucho salió, poniendo los pies en polvorosa, de la citada empresa.

Cualquier parecido con la realidad, puede ser fruto de su imaginación.

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